

Un día, cuando Javi etaba trabajando en el bosque, encontró una cueva. Al principio le dio miedo pero la curiosidad podía más y entró en ella.
Cuando estaba dentro, mirando a ver qué había allí, vio una sombra. Le entró mucho miedo pero ya no podía volver atrás. De pronto vio a quien pertenecía la sombra. ¡Era un dragón muy chiquitín!
El dragon parecía bueno y Javi se lo quiso llevar a su casa como mascota.

Al día siguiente Javi jugaba con el dragoncito, jugaban a todo, a la pelota, a disfrazarse, a correr por el bosque, etc.
Pasaron muchos días y Javi comenzó a aburrirse de estar con el dragón. El dragón se enfadó y se convirtió en un monstruo horrible. Javi le tranquilizó y le quiso engañar haciéndole creer que le quería así que el monstruo se volvió a convertir en dragoncito.
Javi se adentró en el bosque con el dragoncito y, con engaño, quiso llevarlo a la cueva donde lo había encontrado para abandonarlo allí.
Cuando el dragoncito se dio cuenta del engaño, de repente se convirtió otra vez en un monstruo más monstruoso que antes.

El dragón le psuo a Javi una alfombra al lado de su cama y, después de cenar él y dar un poquillo de cena a Javi, se acostó para dormir.

Javi se tapó la cabeza para no ver nada y, de pronto, oyó que le hablaban al oído. ¡Eran sus padres! Le habían estado buscando por todos los lados hasta que se imaginaron que se podría encontrar en la cueva. Todos salieron en silencio de la cueva y taparon la salida con una gran roca, a menos que no le fuese fácil salir al dragón y así les daría tiempo de llegar a su casa.
Cuando llegaron a su casa su madre le dijo:
- Ya te lo dije. Cuando se tiene una mascota es para cuidarla y no cansarse de ella, si no es así no hay que tener mascotas.
Javi aprendió la lección y nunca mas tuvo mascotas y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Enrique Sanjuán, 6º A
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